-Hoy te haré llegar hasta donde nunca has llegado -su voz grave sonó tan cerca de mi oído que me hizo erizar la piel. Sus ojos verdes me miraban sedientos de placer. Acorralada contra la pared de su cuarto, sentí su duro y suave tacto tocar mi espalda desnuda bajo mi blusa, cerré los ojos instintivamente al sentirlo. -Serás mía, mía y de nadie más -pego su cuerpo al mío con rudeza, despacio comenzó a repartir besos por mi cuellos bajando hasta el escote de mi blusa, por un instante alzó su vista para verme a los ojos, un segundo después estaba en su cama.
Aquella noche fue el inicio de nuestros encuentros, el inicio de una pasión desatada que nos arrastraría al mismo infierno.