Peleamos como perros y gatos, gritamos hasta quedarnos afónicos, ponernos juntos es como un encender un fósforo en una gasolinera. Y aun así me volvía loco de celos cada que Andrés tomaba su mano. Quizás Joaquín tenía razón y solo estaba confundido por la marca y el alfa en mí que rugía por él, pero estaba seguro de que lo había visto mirándome cada que no estábamos juntos y su aroma cambiaba cada que me atrapaba charlando con cualquier otro omega. Sabía que su omega me quería tanto como yo a él, y estaba dispuesto a jugar mis cartas para quedarme con mi Bondoni.
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