Llovía. Mucho. La ventana estaba llena de gotitas deslizantes; casi tanto como mi cara. Me sentía vacía, desesperada, impotente, fuera de lugar. Solo queria despertarme de ese fatídico sueño, pero crudamente era la realidad. "Por favor, Sergio, escúchame..." Era como luchar contra el viento. No quería entenderme. Quise hacerle entender que le quería, pero cada palabra suya me debilitada el doble. Ya no sabía dónde estaba, ni siquiera recordaba el motivo por el que me encontraba ahí, luchando para que la persona a la que amaba, no se alejara de mi. Pero era inútil, estaba totalmente decidido. Me cogió fuerte de la mano. Sus lagrimas chocában en el suelo frío de mi habitación. "Es lo mejor para los dos... " Y con esas palabras, me soltó y se marchó. [...] Me quedé inmóvil. Solo sentía dolor interior, frío y un molesto dolor de estómago. Mi respiración iba en disminución, hasta que analicé la situación y miré para atrás con la esperanza de verle arrepentido, pero ya se había perdido por su camino. No entendía nada. Tenía demasiadas dudas en mi cabeza. Yo no sabía que la vida en dos segundos podía cambiar, antes íbamos de la mano y ahora me daba la espalda. Solo pude sentarme en el suelo, y abrazarme a mi misma. Agachar la cabeza entre mis piernas y dejar el tiempo pasar. Definitivamente no quiero saber nada del amor, al menos, por un largo tiempo.
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