LA LEYENDA DE LAFNAN: el caballero maldito ©

La orden avanzaba entre los tumultuosos rugidos de la tormenta, mientras el penetrante olor a sangre era arrastrado por la lluvia. Aunque aún distaban unos pocos metros del poblado, la escena evocaba la crudeza de un campo de batalla. No tardaron en llegar y quedaron petrificados al contemplar el panorama: decenas de cuerpos yacían en el suelo, congelados en el horror de sus últimas expresiones. Heridas profundas, cortes desgarradores y quemaduras marcaban la piel de las víctimas. Pero en el centro de la plaza, la visión que provocó un cambio instantáneo en cada miembro fue la de una mujer tendida en el suelo, su vida desvanecida en un charco de sangre, junto a ella, un niño que aún respiraba.

Quizás se esperaría que la noticia de la supervivencia del niño trajera alivio o esperanza, sin embargo, las miradas atónitas y aterrorizadas de los presentes reflejaban un asombro escalofriante. El pequeño, cubierto de su propia sangre, llevaba cortes tan profundos que deberían haberlo llevado a la muerte instantáneamente. ¿Cómo era posible entonces que siguiera con vida?