A veces nos miramos al espejo y no sabemos quién es la persona a la que vemos. No la reconocemos, porque nunca nos vimos capaces de hacer ciertas cosas. Sentí que todo había sido mi culpa, solamente mi culpa. No, yo no maté a esa persona, jamás lo habría hecho. Solamente me quedé callada todas esas veces que vi que le hacían la vida imposible. Me culpo por ello, sí. Pero, ¿cómo no me iba a culpar? Si hubiese hablado tal vez esa persona no estaría muerta. ¿Y ahora qué? Voy a la policía, se lo cuento todo, ¿o me callo? No puedo seguir callándome después de todo lo que pasó y todo lo que presencié. Pero no puedo hablar, porque harían conmigo lo mismo, me matarían y me tirarían al río. Aún recuerdo cuando vi la noticia en la televisión de la cafetería de mi instituto. El titular decía "Encuentran un cadáver en el río Aidil". Ahí me di cuenta que todo me venía grande, que eran capaces de todo, que si seguía así me matarían a mí también. Tenía que tomar una decisión, y ya. Así que sin más, me levanté y me dispuse a ir directa a la guardia civil para contarles todo lo que había sucedido. Lo único que quería en ese momento era que me creyeran y no me tomaran por una loca.