Cierto viernes trece, el terror y la miseria se apoderaron de su ser. Pero no como en la saga de películas. Su novia sólo había terminado con él, el asunto fue mucho más mundano y menos interesante que un psicópata con máscara de hockey y un machete rondando por ahí. No, su vida no era interesante. Él era un tipo común, y como cualquier tipo común, decidió ahogar su pena en alcohol. Algo que hizo durante algunas horas. En una de esas horas en que su tristeza y su borrachera coexistían en paz se preguntó: «¿Qué define el corazón de alguien? ¿Por qué y cómo una persona puede amar a otra...? ¿Por qué se enamoró de mí para empezar? ¿Por qué tenía que ser yo el de la mala suerte?» Si apenas era consciente de que eso sólo eran el despecho y el whiskey hablando, mucho menos lo era de saber que sus palabras podrían aplicarse a alguien muy cercano a él... y muy familiar por lo demás. Un gran hombre dijo una vez: ¡Por el alcohol, la causa y la solución de todos los problemas!