No sentía, su cabeza era fría. Psicópata lo etiquetaban, solo tenía instintos asesinos y nadie era capaz de controlarlo, ¿Cómo controlar a alguien que no quiere ser controlado? Y ahí estaba él oliendo uno de sus olores favoritos, ese característico olor a metálico, sangre, y escuchaba sus sonidos favoritos esos que hacía alguien que quería pedir clemencia por su vida, pero eso a él no le importaba, sólo pensaba en las mil maneras de matarlo y eso le fascinaba. Era un mayor placer, era lo único que le hacía sentir bien. Nadie lo igualaba era implacable, siempre iba cinco pasos por delante de cualquier persona. No puede sentir, y le encanta, para él los sentimientos mundanos eran una gilipollez, algo tonto y sin sentido, prefiere ante todo ser como es a ser una persona débil y vulnerable, pero ahí estaba ella para romper sus esquemas. Una persona a la cual no podría controlar