Los dos miraban la misma lejana luna llena que les consolaba, dos extraños que se volvieron amantes de la reina de la noche, bailando este raro vals que algunos llaman destino y otros prefieren llamar casualidad.
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Los dos miraban la misma lejana luna llena que les consolaba, dos extraños que se volvieron amantes de la reina de la noche, bailando este raro vals que algunos llaman destino y otros prefieren llamar casualidad.
YA EN FÍSICO.
La irresistible tentación está ahí: para los dos. En medio de todo el desastre, tuvimos que encontrarnos. Lo intentaría, pero no podría odiarte, porque un día, sin avisar, me salvaste...