Si me hubieran advertido que un beso me iba a traer tantos problemas, no lo hubiera hecho. Jamás lo habría besado, pero no recibí una advertencia y lo besé, y ahora cargo con las consecuencias. Me volví una adicta a sus besos, cada día añoro más su toque. La tentación fue irresistible y sin saber cómo o cuándo, ya estaba en su cama desnuda, rogando que me tocara y que saciara ese deseo que me consumía por dentro, pero ya era tarde, porque ambos éramos insaciables.