Oh, queridos lectores, si existe algo que una escritora tan poco sutil como yo disfruta es de las familias escandalosas y, en esta época, ¡La más pequeña de la familia más escandalosa está a punto de debutar!
Zelda Valiant, una belleza rara, sin duda. Pero, como todos sabemos, carece de presencia social y, como estoy segura de que todos esperamos, no muchos hombres están dispuestos a desposar a una mujer tímida, tonta y criada más para el arte que para la vida marital.
Mucho menos cuando su madre es conocida por sus escandalosos amoríos y sus escapadas infernales.
O con un padre muerto por culpa de esta madre. Una mancha que seguro no saldrá en generaciones excepto que un milagro aparezca.
Un milagro que para alguien tan poco agraciada, a pesar de su belleza, es casi imposible.
Aunque si tenemos que ser sinceros la señorita Valiant no es la responsable de su falta de tacto o su poca sociabilidad. Debes de culpar a su ambiente solamente de tíos, hermanos y hombres que la rodearon a través de los años.
Ella no es una dama prolija, es el deseo de un intento.
Por eso digo, queridos lectores, que aquel hombre que despose a la señorita Valiant está muy enamorado o cayendo en la locura.
¡Pero, querida Zelda, si lees esto quiero admitir que tengo todas mis apuestas sobre ti! Porque el amor no tiene límites y, bueno, tampoco ojos.