"No es tan malo como parece, en serio, te acostumbras luego de unos segundos." La ojiverde señaló hacia abajo, y entonces todos los rostros se dirigieron hacia donde señalaba. Y ahí estaba. En el piso, con un charco de sangre alrededor, con manchas en el pecho, los ojos bien abiertos y la boca igualmente abierta. Malcolm Kieple. NI siquiera tenían ellos el consuelo de que tuviera la apariencia de alguien durmiendo; sino que los ojos abiertos destacaban el horror previo a la muerte y la boca abierta parecía que iba a arrancarles la cabeza de un mordisco uno por uno. Sin embargo, no podían dejar de ver.