Ella era hermosa, tenía unos brillantes ojos azules y un sedoso pelo blanco; también era muy poderosa, lo contrario sería extraño siendo la hermana pequeña de los cuatro arcángeles.
Ella creció feliz y tranquila, entabló una buena amistad con la hija de la Deidad Suprema, Elisabeth, a tal punto de que está la consideraba una hermana pequeña.
Lo más trágico que había vivido hasta aquel entonces fue la perdida de su madre, ya que su padre había muerto antes de su nacimiento sin saber siquiera que iba a tener una hija. Su madre murió cuando la pequeña apenas tenía unas décadas por lo que casi ni se acordaba; lo que si sabía era que sus hermanos mayores habían hecho la promesa de cuidarla y defenderla de cualquier amenaza.
Lo que no sabían era lo que iba a pasar en la Guerra Santa, poniéndola en un terrible peligro.
Ese peligro fue causado al conocerle