Mi nombre es Evangeline Lowell, o Eva, como la mayoría suele decirme. Nací en una noche fría de un 5 de noviembre. Mi madre murió cuando tuve la edad de dos años, y lo sé por que escuché decir a mucha gente, desde entonces vivo con mi tía Helena, una señora solterona y bastante mal humorada. Mi tía Helena no me consideró como a su sobrina favorita, ¡Qué va! Pero tampoco era tan mala, en su casa tenía una habitación en donde podía dormir tranquila, tenía que a ayudar con los deberes de la casa pero eso no importaba mucho ya que no me costaba nada. Me daba de comer, me compraba ropa, cubría mis necesidades escolares y básicos así que, no me podía quejar. Cuando cumplí la mayoría de edad, mi tía Helena, tal vez cansada de gastar tanto en mi, me habló de la herencia que había dejado mi madre, nunca antes lo mencionó ya que debía esperar hasta mis diecinueve años por ordenes de ella. Recuerdo que fue un día por la noche, me preparaba para ir a la cama. Ella sin más me soltó las cosas de golpe, tan sutil como siempre.