Harry estudio la varita en su mano, la sensación de vacío en su pecho persistente aun cuando habían pasado horas desde aquello.
La varita de saúco se sentía cálida en su mano, aunque no correcta, y sintió el breve impulso de romperla y dejarla caer al abismo.
Metió la mano en el bolsillo, y rozo perezosamente la piedra angular. Oh, estaba seguro de haberla desechado en alguna parte del Bosque Prohibido, un acto fallido, se dijo. Entonces, aquí estaba. Vacío. No acostumbrado a no tener absolutamente a ningún loco tras su cabeza.
Se guardó la varita en la manga distraídamente, arrojo los pedazos de su vieja varita al abismo en su lugar: el último recordatorio de su infinita e incomprensible relación con Voldemort. Con Tom Riddle, le recordó algo dentro de su cabeza.