-No me temas... -susurró en mi oído, rozando sus labios con suavidad electrificante, haciendo que me estremeciera. Su voz era suplicante, pero posesiva como siempre lo era.
Sus manos sostenían las mías contra la pared, impidiendo que me moviera. Yo trataba de no llorar, esperando a que el dolor viniera y luego quedara en el suelo, llena de carbón en mi piel y mi ropa sobre el abdomen. La venda cubría mis ojos, por lo que llorar ya no era algo de lo que debiera preocuparme.
-¿Có-cómo quieres que n-no lo haga? -mi respiración era irregular, a causa del miedo que esparcía en mí al besar mi cuello con sus labios.
Con ellos me dio un beso en los labios, uno inestable, en el cual iba lento y sin previo aviso capturaba mi labio inferior entre los suyos; su lengua acariciaba con fuerza los míos, demandando entrar en mi boca, pero yo me negaba con la poca fuerza que me quedaba. No le correspondía el beso, pero al parecer a él no le importaba. Con la última esperanza que abandonaba mi cuerpo, intenté quitar sus manos de las mías, pero él las entrelazó con tanta fuerza que tronaron inmediatamente.
-Eres mía -empujó sus caderas contra las mías, haciendo notable fricción entre él y yo- y harás lo que yo diga quieras o no.
El hecho de poder esconder mi tembloroso temor era tan lejano como mi escape. Habían varias preguntas que le quería hacer cuando estuviera tras las rejas, pero no me encontraría en ésta situación si fuera así: ¿por qué tuvo que fijarse en mí? ¿por qué no en las chicas más atractivas de la preparatoria? ¿Mis desleales amigas? ¿O la «dulce e inocente» Peggy? ¿Por qué tuviste que provocar todo esto?
Harry Styles es un misterio.
Uno que no quiero descubrir.
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«En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad»
Arthur Schopenhauer