Despertar en una casa y un lugar diferente de donde te dormiste es aterrador. Que ese lugar sea un pueblo fantasma solo lo empeora. Y que los únicos que puedan buscar una solución ante el absurdo escenario en el que se ha convertido su vida sean unos adolescentes y ella misma, que a duras penas puede lidiar con su existencia, es la guinda de un pastel de desgracia Isabelle tenía una vida normal, era tan feliz como un adolescente puede serlo hasta que su vida dió un giro que ni ella, ni nadie puede explicar. La única señal de que hay algo más que mortales bosques alrededor del pueblo, son las pistas que aparecen en sus caminos, como un rayo de luz de entre la desesperanza. Alguien está jugando con ellos al gato y el ratón... Y ellos son los ratones estrellándose contra las trampas.