Para no perder su mansión a manos de Esteban Ferrantelli, María accedió a casarse con él. Traumatizada por un terrible accidente, la heredera no había abandonado el castello desde hacía años. No sabía nada del mundo exterior... nada sobre las caricias de un hombre. Si casándose con María su abuelo recuperaba las ganas de vivir, Esteban debía hacerlo. Sin embargo, estaba decidido a resistirse a la atracción adictiva que la vulnerabilidad y vitalidad de María ejercían sobre él. Hasta que el tórrido beso de la boda despertó a María a una nueva y sensual vida.