Su cariño era inmenso, tanto así como la distancia que los dividía, tanto como los países que tenían que atravesar para abrazarse, tanto los caminos que tenían que cruzar para llegar a los secretos del otro. Un rizado que no dejaba que tocara su libro, pero mientras que el castaño le entregaba el suyo y dejaba que lo leyera libremente. Viviendo uno en el norte y otro en el sur, empezaron a crecer los sentimientos de ambos, sabiendo que no conocían de nada a esa persona que, por línea, era su escape en el tiempo, era la luz de su alma y la tranquilidad de su mente y cuerpo. El respeto, el cariño y sobre todo lo exquisito que ambos sentían, era evidente en esos ojos y en su manera de tratar al otro. Emilio: Encontró la dulzura y sensualidad y descubrió algo exquisito. Joaquín: llegó a su vida el que iba a traer esa chispa, que le quitaron a sus 17 años.