¿Hasta qué punto pueden años de maltrato afectar la psiquis de una persona al punto de llevarla a atentar contra su propia vida? O al punto de despertar dentro de sí un espíritu guerrero que se levanta indomable, dispuesto a tomar las riendas y dar un giro absoluto al futuro; alejándose por completo de tanta asfixia y ultraje que hasta el momento del despertar se habían convertido en la única forma de existencia. Éste es el punto de partida de "La luz de mi oscuridad", el momento en que coinciden en el mismo tiempo y espacio dos mujeres con similar historia de vida, abusadas por sus esposos; pero con una perspectiva y reacción al maltrato completamente diferentes cada una. Ámbar y Derim huían en el mismo tren, como si mientras más kilómetros dejara atrás la máquina; más fácil fuera no recordar. Se conocen en un momento crucial para la vida de ambas: justo en el instante en que una de ellas presa de los demonios que martirizaban su mente en forma de recuerdos, decide ponerle fin a su existencia arrojándose a la línea férrea; mas su intención fue truncada por la desconocida de lentes oscuros y aro negro al borde de los ojos que la aferró de un brazo con fuerza. A través de la química surgida entre ellas desde que se vieron, que las llevó a descubrir cada una en la otra todo aquello que no hallaron antes en nadie más (al punto de enamorarse perdidamente entre sí y convertirse en la luz que en medio de tanta penumbra las salvó emocionalmente); la novela matiza cuestiones como las relaciones homosexuales, el amor, la empatía, el miedo y el valor. A partir de dos historias de vida tan similares y diferenciadas a la vez por la forma de asumir la realidad de estos dos personajes centrales, se desarrolla una trama que se centra en el amor como antídoto para sanar incluso las heridas del alma que parecían indelebles; y como incentivo infalible para lograr vencer lo que antes lastimó y parecía indestructible.