Ella trataba su cuerpo como un templo, lo dejaba abierto para todas, de día y de noche. Les daba libertades pero siempre pedía a cambio que también lo cuidaran tanto como ella. El templo tenía que mantenerse en condiciones para las demás visitas.... Hasta que un día suspiró, pensando en una sola de ella de forma impura. -Te hice caer. -Sí-confesó, girando en el abrazo para luego fundir sus belfos con el dulce par de su demonio.All Rights Reserved
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