El arte de narrar es un arte inmemorial. Nació con el hombre y morirá con él. Se mantiene como esa vocación innata de toda persona de referir sucesos reales o inventados que logra el interés y la atención del oyente. Cuando el hombre inventó los signos que representan el pensamiento trasmutando en palabras y los fijó, para darles permanencia, en el metal, la piedra, el papiro y el papel, esas narraciones pudieron ser transmitidas a las generaciones sucesivas, pues la perennidad de la letra suplía las fragilidades de la memoria. Fue entonces cuando esa capacidad narrativa fue buscando cauces diferentes, entre las cuales estaba el primigenio de la mera narración en sí, sin aditamentos, y otros en que tales sucesos adquirían características diferentes, pues exigían ser representados por otras personas con el objeto de darles mayor vivencia y emoción. DERECHOS A LA AUTOR Mario Halley MoraВсе права защищены
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