A mis treinta y cinco años, puedo decir sin dudar que soy la persona más feliz del mundo. Mi carrera, mi trabajo y cada detalle de mi economía, funcionan de la manera correcta. Estoy felizmente casado con el hombre que me ama de la misma forma en que lo amo yo, el padre de mis dos hermosos hijos, ese hombre que supo cambiarse y cambiarme para convertirnos en lo que hoy somos. Sus inseguridades, sus miedos, sus demonios...no fueron más malos que los míos propios. Cuando eres joven y piensas que tienes el mundo a tus pies, te sientes invencible...error. El camino fue duro, lleno de grietas y tropiezos pero cuando la persona correcta aparece y está de tu lado para llevarte a la luz, tienes dos opciones...o lo alejas para no arrastrarlo contigo o te aferras para llegar juntos a la libertad.