"Dios mío Soobin..." "Más, más, más..." No podía soportarlo, era tan encantador, le dolía la puta cabeza de tan sólo resistirse a dichos encantos, un constante fuego que sentía dentro. Hueningkai lo vió y todas sus señales y alarmas se prendieron, tanto las buenas como las malas. Algo simplemente le decía que él sería su único, ese hombre alto con cabellos azabaches sería el dueño de su corazón porque jamás en su vida conoció a alguien como él... "Nos pertenecemos Soobin." ••• "Joder..." "Pequeño diablo..." A Soobin no le importó una mierda que estuviera acompañado, no le importó una mierda que estuvieran en un maldito bar y que él ya haya aprendido su lección con la gente que se conoce en esos lugares, lo único que le importó fueron esos ojos y esos labios tan rojos, ese cuerpo por el que puso todo su esfuerzo en tocar, esa preciosa sonrisa por la que daría su vida por mantener. "Te seguiré a donde vayas Hueningkai."