La sangre goteaba lentamente de la espada de Erick, mezclándose con el barro bajo sus botas. El rugido del viento era ensordecedor en la cima de la torre, pero no lograba ahogar el eco de las palabras de Brennant.
-Eres más que un príncipe, Erick. Más que un heredero. Eres una llave. Y tus decisiones pueden condenar o salvar a este reino.
Erick apretó los dientes, sintiendo el peso de las miradas de los demás sobre él. Dorian, con su rostro sombrío y su mirada llena de preguntas que no necesitaban palabras, permanecía inmóvil a su lado. Grey, herida pero firme, lo observaba con una mezcla de esperanza y desesperación.
El joven príncipe giró la mirada hacia la enorme puerta negra que tenía frente a él, su superficie tallada con símbolos que brillaban débilmente en un rojo amenazante. Detrás de esa puerta, esperaba la verdad. Una verdad que podría destruir todo lo que había conocido.
-¿Qué vas a hacer? -preguntó Dorian, su tono era más frío de lo habitual, pero en el fondo había algo más: miedo.
Erick alzó la mirada hacia el cielo nocturno, donde las estrellas parecían temblar ante lo que estaba por suceder.
-Voy a terminar esto. -Susurró con una determinación que hizo que incluso el viento pareciera contener el aliento.
Lo que no sabía era que, al cruzar esa puerta, no solo enfrentaría el oscuro secreto de su familia, sino también el sacrificio que podría cambiar el destino de todos.