Raro. Esa era la pequeña definición que daban de él. Desde el día en el que un pupitre prendió en llamas a su lado y quedó completamente intacto por un movimiento que hizo con su mano, nada volvió a ser igual. Nadie quería ser su amigo, le temían bastante, todo alumno y persona de la institución e incluso personas ajenas al lugar habían escuchado la historia de él. Hasta que llegó un agradable chico británico.