Recuerdo perfectamente el día que lo vi entrar por la puerta de la oficina, en sus manos se notaban los nervios y su voz temblaba ligeramente y él con leves suspiros trataba de disimularlo en la entrevista, sonreí cuando vi el holluelo que se formaba en una de sus mejillas al hablar, se veía serio, centrado, astuto y directo. Muy directo. Chocamos miradas un par de veces y juro sentir que podía ver a través de mi alma, mis problemas desnudos, mis fantasías y mis anhelos. Sonreí amable tratando de parecer profesional, pues yo tenia un compromiso y él a su amada esperándolo en casa, su verdadera dueña, sin embargo, fue inevitable no preguntarme como se sentiría tenerlo para mí, aunque fuese un juego prohibido.