Ella creó un mundo perfecto a sus ojos, lo moldeó para opacar aquel horrible recuerdo y llenar sus días de la luz que en una noche le faltó. Ellos, representación viva de un pasado bien presente, se ocultaban entre las sombras y la vigilaban como leones a su presa. Uno vino para romperla con tan solo un impacto y el otro, curaba esas heridas mientas preparaba un golpe final. Crueles, porque sólo corría la venganza en sus venas y quizás en ocasiones también la inútil cobardía. La oscuridad poco a poco fue rodeando el mundo de Alice y ella solo se enamoraba más de quien trazaba caminos hacia su maldita ruina. Y tarde, demasiado tarde vio que las caras opuestas de aquella moneda al final resultaban ser lo mismo.