Miró la puerta del ático con temor, era el único rincón que le faltaba por limpiar. Pero tenía miedo de aquel lugar, donde sólo una tenue luz a la entrada del mismo le daba consuelo, sin embargo no era suficiente para apaciguar su miedo ni la oscuridad que amenazaba con tragársela si entraba ahí. Decidió dejarlo así, de todas formas Mía no vería el ático ¿por qué lo haría? Fue a su habitación y luego de una ducha se colocó su vestido favorito, blanco como todas las prendas que poseía y vestía a diario. Cepilló su cabello y puso un tenue labial rosa en sus labios ¿qué diría su tía si la viera ahora? Seguramente la reprendería. Sonrió al ver su pulcro reflejo. El timbre sonó de repente despertando en ella un sentimiento de ansiedad o emoción, Nancy no podía distinguirlo. Bajó hasta la puerta principal sintiendo que su corazón abandonaría su cuerpo en cualquier momento. Abrió la puerta con una enorme sonrisa, misma que se esfumó al ver a su compañera. Rojo, ella estaba usando un labial rojo; Nancy odiaba ese color desde el día que su tía la golpeó hasta sangrar por haber usado un lápiz labial como ese, le dijo que ese color era impuro, el color del mal. Fingió una sonrisa e invitó a Mía a pasar.