A ella no le hacía gracia la vida social, preferiría estar sola en la compañía de una buena música y un libro que le transportara a otra realidad. Pero cuando empieza el último curso es obligada a hacer un trabajo sobre un compañero el cual no se rendirá hasta saber más de ella y si es posible sacarle alguna sonrisa. Entonces el trabajo paso de ser algo obligatorio a una excusa para pasar el rato con la persona que le sacaba esas sonrisas que desde hace tiempo no disfrutaba. Así fue como aprendió que la mejor medicina para las almas rotas son las personas.