Habíamos pasado la noche juntos, otra vez me había entregado en cuerpo y alma a él, a sus deseos, a sus pasiones, a sus besos desenfrenados. Daniel se había quedado en el balcón de mi casa apreciando la vista del hermoso azul que se pintaba en el firmamento, era un día frío, pero que prometía un sol caluroso.
Estaba yendo hacia él con dos vasos de jugo de naranja en mis manos, subí la mirada y allí estaba Daniel, encima de la baranda del balcón y soltando sus manos. En cuestión de segundos estaba tambaleándose, pero pensé que lo hacía por diversión hasta que vi que ya no se sostenía y su cuerpo estaba obedeciendo a la ley gravedad.
La ambulancia llegó lo más pronto posible, al llegar al hospital perdí contacto porque no me dejaron pasar, no tuve mas remedio que esperar a que su madre llegara.
Los médicos dicen, después de realizarle exámenes, que ha caído en estado de coma y que deben esperar a que despierte para evaluar si hay daños cerebrales.
No sabemos si Daniel despertará del coma o simplemente nunca lo hará y tengamos que desconectarlo, aunque eso me llevaría a seguir su camino también. ¿Para qué una vida si no puedo vivirla con quien he elegido?
En la cima de la montaña, el aire es más frío y el silencio más ensordecedor. No es solo la nieve la que cae en el descenso, también lo hacen las certezas y los miedos. En el mundo del snowboard, cada salto es un riesgo y cada curva puede cambiarlo todo.
Sue Harper ha pasado su vida deslizándose entre expectativas y sueños, buscando algo más que aplausos: la certeza de que su lugar en la cima le pertenece. Pero cuando la línea entre la ambición y los sentimientos se vuelve borrosa, el verdadero desafío no está en la pista, sino en mantener el control cuando el corazón quiere lo contrario.
En un espacio donde la lealtad, la rivalidad y la libertad chocan como avalanchas, aprender a confiar puede ser más peligroso que cualquier caída. Porque el hielo guarda secretos, y a veces, lo más difícil no es llegar arriba... sino no perderse en el camino.