Presa de la noche

«Sé que no es correcto ni sano, pero no me importa, mientras mi princípe de la noche esté a mi lado, no le temeré a nada»

Misteriosos.

Atractivos.

Arrogantes.

Eso fue lo primero que se me vino a la mente al ver los ocho chicos que desde ese momento en adelante, pasarían a ser mis hermanos.

Los Emlaw, una familia de ricachones decidió que era buena idea adoptar a una adolescente hormonal, meses antes de que ella cumpliera la mayoría de edad y al fin fuera libre del orfanato que la sometía a tareas bastante duras y pesadas, y sí, esa adolescente era yo.

Todo mi vida había ansiado que fuera mi cumpleaños 18 para poder huir de la gente que más daño me hizo incluso mucho más del que mis padres biológicos causaron y eso ya es decir demasiado. Cuando los Emlaw me adoptaron creí que todo a partir de ahí ya sería lo suficientemente horrible que la opción de tirarme por la terraza para dejar de respirar, siempre estuvo presente. Pero no.

Fue peor de lo que me imaginé, mucho peor.