Dejó su mochila colgada a su silla y el libro con temática medieval sobre la mesa mientras tomaba asiento, sonriendo dulcemente a la chica que se le acercó para tomar su orden, un simple café fue todo lo que pidió, mientras su orden era tomada abrió el libro y se sumergió en la lectura con los audífonos puestos en sus oídos, ignorando totalmente el exterior y eso incluía a Harry Edward Styles.
El boxeador más reconocido a nivel mundial, una bestia imparable en el cuadrilátero, un monstruo que solo busca la victoria, que sonríe de satisfacción cuando sus contrincantes caen sobre sus pies y escupen la sangre como si les quemara, manchando el piso de rojo, que le satisface aplastar los sueños de boxeadores novatos y humillarlos frente al público con una derrota innecesaria, quien incluso tienen que ponerle un alto cuando llegaba a excederse y que iría a los campeonatos mundiales. Ese mismo Harry quien se encontraba sentado a dos mesas del castaño, luciendo como todo un hombre intelectual bebiendo café con sumo cuidado con un libro de romance basado en una época antigua.
Ese mismo Harry que no paraba de mirar a cierto chico bonito de deslumbrantes ojos azules, que inexplicablemente parecía resaltar entre las personas en el local, como si el mismísimo sol lo iluminará entre la penumbra.
Era magestuoso.