Hay un asesino suelto por Argentina. Cuando su tutor desaparece por causas desconocidas, el detective privado Stefanes no tiene más opción que recurrir a las fuentes de información de éste para descubrir lo sucedido. Lo que menos se esperaba era que su elemento más valioso, aquel del cual nadie sabía, se tratara de un jovencito que atendía el teléfonos a través de una línea para adivinos. Incrédulo pero resignado, el detective intentará qué había llevado al viejo a recurrir a la supercherías a las nunca se había suscrito antes. La respuesta podría ser mucho más complicada de lo que podría imaginar.