Todo en mi vida iba bien hasta que sentí caer sobre mí, el peso de su mirada. A partir de ahí supe que las historias rosas no existen, que el malo en raras ocasiones se vuelve bueno; supe que yo era la presa de un narcisista depredador y que por mucho que corriera, él iba a terminar atrapándome.
Me sentí como Caperucita Roja, acechada por el lobo, pero a diferencia de esa dulce niña, yo no iba a dejarme intimidar, yo iba a hacerle frente al lobo, yo iba a domar a esa fiera.
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