Llevaba un rato observándola, el conjunto blanco que estaba usando le quedaba de maravilla. Desde el momento en que cruzó esa puerta supe que quería acercarme a hablarle pero el pesado de Mario estaba haciendo hasta lo imposible para que yo me quedara con él toda la noche.
Caminé a paso seguro hasta su mesa, se encontraba mirando hacia su celular. Tenía miedo de que cuando me acercara me rechazará, tal y como la había visto hacerle a los dos chicos que anteriormente habían ido posiblemente para invitarla a bailar. Pero al parecer cruzar al otro extremo del salón de fiestas se me estaba haciendo eterno. Era eso o tal vez se trataba de una señal del destino para no ir.
Con todo el valor del mundo ignoré todas las señales y seguí caminado, un mesero se me atravesó y en su bandeja de plata llevaba una copa de champagne, tomé una y la bebí de un trago pero sin quitarle los ojos de encima y sin detener mi caminata.
Llegué a su lado, ella seguía tan concentrada en su celular que ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia. Me incliné un poco para quedar a su altura y con la voz que no supe de donde me salió, le hablé despacio.
-¿Bailamos?- pregunté.
Por fin quito la vista de su aparato, miró mi mano extendida. Y sonrió..
Historia completamente mía.
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