Ahí, dejó que su cuerpo se mantuviera desplomado sobre las sedosas hojas del césped verde que adornaban el jardín de su casa, con su mirada gris sobre el azul cielo, perdiendose entre las nubes que no hacían más que distraer su mundo.
- Eren -.
Llamó en un suave susurro apenas audible ante cualquier persona, pero para él, pudo ser entendible, un suave tono que siempre escuchaba. Con sus esmeraldas también en el cielo, el castaño le dió un pequeño vistazo a las facciones de la chica a su lado.
- ¿Si, Mikasa? -.
Su voz se hizo sentir en un tono amable, volviendo la vista dónde permanecía en un principio, sintiendo las hojas bajo su cuerpo molestar levemente pero no ser tan fastidicas, simplemente le recordaba que estaban ahí.
Tan quietas.
- Te quiero, Eren -.