―Julia Elena Verttremi, se le acusa de estar involucrada en tráfico ilícito de armas y drogas. También se le adjudica la participación en competencias automovilísticas clandestinas bajo territorio nacional. ―El juez nombró mis cargos uno a uno y pude sentir como todas las miradas, en especial las de mi familia, reposaban en mí. En el momento que se detuvo, elevó la vista y preguntó. ―¿Algo que acotar antes de dar sentencia? Desesperadamente busqué alrededor de la sala con mis ojos impregnados en lágrimas. La visión borrosa me dificultaba el trabajo, pero aun así lo encontré. Estaba apoyado sobre el marco de la puerta del tribunal, vestido con su clásica chaqueta de cuero negra y portando un aire soberbio de superioridad. En el instante que nuestras miradas se cruzaron apretó la mandíbula y negó con la cabeza. Quise correr a sus brazos con todas mis fuerzas y esconderme allí hasta que aquello pasara. Pero no pude. Sentí como el corazón se me estrujaba y caía al suelo desarmándose pedazo a pedazo. Todo rastro de amor hacia aquel hombre desapareció en un segundo y fue suplantado por un sentimiento más poderoso, más intenso. Rechazo. Rencor. Odio. Alejé mi vista de la entrada donde se encontraba y levanté la barbilla. Sorbí por la nariz y tragué el nudo alojado en mi garganta en un intento por calmarme. El juez estaba esperando, así que con el poco orgullo que me quedaba respondí: ―No, me declaro culpable.All Rights Reserved