Todas las mañanas, Alba Reche necesitaba dos tazas de café más fuerte para enfrentarse a su trabajo de ejecutiva y, sobre todo, a su jefe, que resultaba ser su ex novio. Pero toda esa cafeína jamás conseguía quitarle el sueño, solo con pensar en su vida amorosa le daba sueño. Hasta que apareció Natalia Lacunza.
La periodista estaba tratando de encontrar algo turbio en la empresa y Alba intentaba controlar los posibles daños. Pero Natalia era como una inyección de cafeína para su libido, solo con pensar en ella perdía el sueño...
Ana y yo llevábamos años siendo amigas pero todo cambió en el momento en el que nos acostamos.
Tuvimos la valiente cobardía, tras una breve conversación, de ignorar lo que había pasado y, sobre todo, tuvimos la estupidez necesaria para obviar el caos que aquella noche creamos en mi habitación y en nuestra amistad.
Decidí marcharme a Madrid para olvidarla sin darme cuenta de que no se puede huir de lo que llevas dentro.