Durante siglos el rey geo vivió entre la oscuridad y soledad, acompañado con solo el peso de tener que proteger a su gente y a su territorio por igual, sin la compañía de alguien que pudiera alegrarle el día o mejor dicho, que lo pudiera recibir con un "papi" Cuando en medio del atardecer tomo entre sus brazos a un bebé que ahora miraba como suyo, la amenazaba empezó a acechar entre los humanos, escondiéndose en lo más profundo de todos los rincones de Liyue. Fue una amenaza que tanto Morax como los humanos y los adeptus, ignoraron sin siquiera saber de ella. Fue entonces cuando se vio obligado a abandonar lo que más amaba tras algunos años, pensando en la seguridad de su pequeño dragoncito y enfrentándose a la amenaza que tuvo que enfrentar y que por su culpa, tuvo que rendirse a vivir una buena vida con un niño que veía como su hijo de sangre. El destino podía ser cruel pero también agradable. Tal vez, solo si aquel dragón abandonado pudiera recordar a la figura que tanto miraba en sus sueños y pesadillas, podría encontrar a quien le pertenecía aquella sombra y vivir la vida que antes, no pudo disfrutar.