Esa mañana, cuando Loki despertó solo en su cama, sintió que una gran verdad finalmente le había sido revelada. Durante años, el menor de la casa de Odín, había creído tener la delantera ante quienes parecían competir con él por el amor y la atención de Thor. Sin embargo, cada vez que se sentía flaquear ante la vida promiscua de su hermano, se repetía a sí mismo que no importaba cuántas mujeres llevara a su cama; Thor siempre, siempre volvía a sus brazos. Sin embargo, despertar esa mañana luego de una madrugada de desvelos, sin saber realmente cuándo se quedó dormido esperando por Thor, se dio cuenta de que tal vez no estaba ganando como él pensaba. Tal vez ni siquiera estaba compitiendo. Con el corazón hecho trizas, mirando el techo mientras recogía los pedazos de sus ilusiones rotas, Loki aceptó que era hora de desenamorarse de Thor. O por lo menos hacer el intento.