-¿No le parece excitante que tenga que meterla en mi jodida oficina para follarla mientras mi hijo está a un par de habitaciones?- le susurró en el oído mientas sus manos iban delicadamente hacia sus caderas. Sintió su dureza presionando su espalda baja. Su aliento cálido le perseguía desde el cuello hasta la mandíbula, haciéndola poner más nerviosa. -Tendrá que mantenerme callada si no quiere que el se entere.- ella lo estaba retando, sabiendo que el le metería lo que más quería por la garganta.