El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir. En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser. A cierta edad, un poco de amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear. Llegamos a amar a nuestro deseo, y no al objetivo de ese deseo.