Cuando el timbre del recreo sonó, ninguno de los estudiantes ahí presentes perdió el tiempo, saliendo disparados al quiosco de la escuela, sacando en el camino su mesada y empezando a contar las monedas que tenían para poder ver qué les alcanzaba a comprar. Todos excepto el peruano, quien sacó su lonchera y tomó un rumbo diferente al de sus compañeros. -Quiero probar a que sabe su comida- Francia miró a su compañero y su lonchera, comentando ese pequeño deseo a su grupo de amigos, quienes también empezaron a cuestionarse cómo es que sabría la comida cocinada por el peruano. Si, tenían en cuenta que era muy reconocido por sus participaciones en concursos gastronómicos estudiantiles pero, haber probado la comida del peruano de primera mano, era un tema muy diferente de escuchar al jurado alabar la buena sazón que tenía su compañero.