Oda a la amante.

Suave tormento suyo
Suave delirio que rozaba la piel de la desdichada
Se aprovechaba de sus desgracias
Para así hurgar entre sus ropas y tocar su cuerpo
teñido de culpa y traición

Rostro maldito de la promiscuidad
¿Te has cansado ya de robarle el alma?
Prometiéndole rosas y lirios
Para luego dejarla botada a su suerte
en esas sábanas desgastadas
cuando su marchitado amanecer entre por la ventana.

Las esperanzas destruidas de la amante
Piensan que algún día aquel hombre
Se dignará a verla más allá de su embellecido cuerpo
Pero lo que ella no sabe es que para ese monstruo que
se desliza cada noche en su cama
Es que como ella, existen un millón más.