Había una vez un lugar despoblado, un lugar en el cual solo se escuchaban gritos de dolor y goteras llenas de sangre en el cual lo único que se podía hacer era matar y disfrutar del dolor ajeno.
Un día se escuchó que un psicópata muy peligroso se había escapado del manicomio, pero esas noticias no eran recientes sino de hace tiempo y decían que podía oler la sangre y eso me preocupo ya que si hay algún lugar con más sangre, es este. Al día siguiente me levanté por unos ruidos, pero no eran ruidos normales y corrientes, ni tampoco de dolor, eran como... como... de alguien comiendo, me asomé a ver y me encontré al psicópata comiéndose a una persona, no me vio por las niebla pero creo que me olió por la sangre que tenía en la mano, pero por suerte me fui. Me quede pensando que esto no se podía quedar así, por eso me fui al único amigo que tengo que no es agresivo, le conté todo y me dijo que el también escucho unos ruidos pero que no pudo ver que pasaba por la niebla, pero me dijo que su madre desapareció el mismo día que escucho esos ruidos. Decidimos hacer algo para detenerlo, pensamos en un plan pero no nos salía nada, bueno, nada hasta que el dijo:
-¡Ya lo tengo! vamos a atraerlo con sangre, pero no sangre normal, sangre de sufrimiento.
-Oye, pero cómo vamos a tener sangre de sufrimiento?
-ja, por favor, acaba con el psicópata
-No me digas que... ¡NO, NO, NOOOOOOO!
En ese momento se cayó al suelo quejándose de dolor y produciendo un charco de sangre y, antes de que me fuera y antes de que pudiera hablar apareció.