Siempre siguió las órdenes de los demás. Pero conforme pasaba el tiempo, las expectativas crecían, sus hombros dolían por cargar con ellas y tener que cumplirlas. Todo su cuerpo pesaba para ella misma, y a la vez era tan ligero para ellos como para controlarla a su voluntad con aquellas cuerdas. Como si fuese su marioneta. Tarde o temprano, todo tiene un límite. Y el de ella se aproximaba con cada día de tortura que soportaba. A menos, que alguien le quitase la venda de los ojos. A veces, una simple conversación basta para el comienzo de un cambio. | Just another Meariri story. | Historia corta. | Capítulos cortos.