Éramos efímeros en el nuevo mundo, una especie que creen leyenda en el bajo mundo, no somos unos ángeles celestiales ni nada como lo pintan ellos, los humanos. Éramos ángeles de luz y de oscuridad, ángeles de agua y de fuego, no estábamos en el nuevo mundo tratando de cuidar de los humanos, porque no era una responsabilidad con la que debíamos lidiar, toda nuestra vida sólo se reducía a combatir a un sólo demonio, un ángel que hace miles de años desapareció, convirtiéndose en el ángel de la muerte, el ángel del caos, y nadie sabía sobre aquél ángel y a dónde había huido, lo único que teníamos presente es que el ángel de la muerte y del caos era mucho más poderoso que todos nosotros, con el único objetivo de destruir el nuevo mundo.