Enamorarse del mundo es un proceso de revolucionarios. Las personas son como las emociones. Inestables, volátiles, cambiantes, brillantes o inesperadamente oscuras. Como las relaciones, como las vidas. Como el arte y como cada sentimiento que no se puede evitar sentir. Esta es una historia sobre ese tipo de personas. De las que aún están aprendiendo a vivir, a sentir, a querer, a amar bien, a abrazar bien, a respirar el arte que se escapa de las manos y de la garganta, a crear ese arte, a amarse y a verse a ellos mismos en cada palabra y en cada atardecer. A amar hasta cada sílaba de su propio nombre. Es sobre personas que están aprendiendo a estar casi bien, a llegar a algo así como estar bien.
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