Chūya siempre tuvo facilidad para la poesía, le servían para expresarse, liberarse; sacar todo aquello que lo ahogaba. Se sentó en la soledad de su habitación, con tan solo 15 años. La única personas que parecía haberlo comprendido se había ido, estaba lleno de emociones que no podía controlar, que deseaba liberar, observó la hoja frente a él, pero se encuentra con el hecho de que las palabras no quieren salir.