Eres todo lo que quiero, y también todo lo que no puedo tener. Estás lejos pero a la vez tan cerca que me vuelvo loca. Y como no puedo tocarte ni verte a los ojos, solo me queda el débil consuelo que el papel y la tinta pueden ofrecerme. O bueno, los dedos y el teclado, diré. Así que escribo, hoy, mañana y en unos meses, para decirle a quien quiera que lea esto lo que no tengo el valor o las ganas de decirte a tí, eso que reprimo y guardo por miedo al rechazo y crueldad que sé que fácilmente das a cualquiera. Por miedo a que el amor que dices profesar sea tan falso como tu simpatía por el comunismo, los hippies o los varios temas de los que te he oído profesar desagrado. Así que aquí, en este lugar en el que cualquiera o nadie puede encontrar lo que siento, lo que realmente pienso y siento, diré -escribiré, más bien- todo lo que no me es posible decirte a la cara ni por mensajes, porque de poder tenerte frente a frente sé que mi impulsividad me haría hablar como si no hubiera un mañana, pero como sabes, estos agridulces 9,000 kilómetros nos lo impiden. Así que, querido M, estas son tus cartas, por sin algún día sabes de la existencia de esto ya sea por mí boca o por casualidades de la vida. Te ama, G.
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